La crisis del liderazgo. En memoria del General Eisenhower

La crisis del liderazgo. En memoria del General Eisenhower

Por Paolo Falconio

Member of the Consejo Rector de Honor and lecturer at the Sociedad de Estudios Internacionales (SEI)


Si alguna vez ven un documental sobre el Día D, notarán que el comandante en jefe de los aliados, el General Dwight David Eisenhower, conocido también por el apodo de Ike, salvo en las fotos oficiales, tiene una expresión de constante preocupación. A diferencia de sus homólogos, incluso los británicos, que siempre parecen tener grandes sonrisas para las cámaras.

La preocupación de Eisenhower, su rostro fruncido, era por sus hombres, por el sacrificio inminente al que estaban llamados.

Cuando Truman lo encontró con la guerra prácticamente ganada (contra Alemania), le dijo que lo propondría para la medalla al valor. Tiene sentido, porque fue él el artífice de la victoria sobre la maquinaria de guerra alemana en el frente occidental. Sin embargo, Eisenhower tuvo una reacción que quedó en la historia. Le dijo a Truman que no podía aceptarlo. En ese momento, Truman replicó: "Yo soy el Presidente de los Estados Unidos y tengo todo el poder para hacerlo". Una vez más, Eisenhower se negó, diciéndole que no quería hablar más del tema. Truman, perplejo, pidió explicaciones. "Presidente" —dijo Eisenhower— "yo no he combatido, eso lo saben todos mis hombres, y una medalla al valor sería una bofetada en la cara para ellos. Por favor, no lo haga".

Estos eran los hombres que hicieron de América la gran potencia que es hoy.

Ese mismo hombre se convirtió en el 34º Presidente de los Estados Unidos. Advirtió del riesgo de una sobreextensión de EE.UU. en caso de victoria sobre la URSS. Alertó sobre los peligros para la democracia relacionados con el crecimiento de la influencia del aparato militar-industrial, añadiendo que solo una información correcta podría salvaguardarla. Un hombre que había sido militar toda su vida. Una figura que encarnó el liderazgo con integridad, humildad y sentido del deber. Eisenhower no fue solo un comandante militar, sino un hombre que supo distinguir entre la gloria personal y la responsabilidad colectiva. Eisenhower nos recuerda que el verdadero poder no reside en el mando, sino en la capacidad de servir.

Ahora imaginen a cualquiera de nuestros líderes en el lugar de Eisenhower reaccionando ante la propuesta de Truman.

La comparación es despiadada, y sin profundizar demasiado, se comprenden todas las dificultades que atraviesa Occidente.

Yo solo tengo una gran nostalgia.

Aquellos hombres eran gigantes, mientras que hoy tenemos pigmeos que se hacen pasar por gigantes.

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