Desclasificación Estratégica y Manipulación de la Percepción

Desclasificación Estratégica y Manipulación de la Percepción  

Por Paolo Falconio  

Miembro del Consejo Rector de Honor y lecturet en la Sociedad de Estudios Internacionales (SEI)

Desde hace algún tiempo, el debate público europeo está atravesado por escenarios bélicos cada vez más detallados e inquietantes, propuestos por Altos Oficiales.

Recientemente ha salido una entrevista en el Daily Mail al General Richard Shirreff, quien, con todo lujo de detalles, prevé el aterrador futuro que nos espera: «Cómo Occidente llegará a un final sangriento en la Tercera Guerra Mundial: comienza con un apagón. Miles de cohetes desgarran el cielo. Luego entra en juego China...». Estos son los tonos, pero el General nos presenta un escenario basado en la cronología. ¿En qué sentido? El rearme europeo se producirá con el tiempo, y el mandato de Trump —que desengancha a Estados Unidos del conflicto ucraniano— expirará en 2028. Estos factores llevarán a Rusia a evaluar una oportunidad estratégica, actuando —cito— como perro de China. El General propone la fecha del 5 de noviembre como símbolo de una Rusia que deberá actuar pronto, antes de que Europa se rearme y para aprovechar la postura estadounidense. Cito: «Estamos al borde de un conflicto catastrófico en dos frentes». En resumen, Rusia invadirá los países bálticos, la OTAN estará desprevenida y será bloqueada porque, inmediatamente después del ataque ruso, China invadirá Taiwán. Estados Unidos se limitará a condenar y quizás imponer sanciones, pero no intervendrá. En cinco días, la guerra estará perdida. Resultado: victoria rusa, la OTAN relegada al pasado y muerte política de Europa.

El problema es que el nivel de detalle de esta "predicción" solo puede provenir de quienes planifican escenarios como profesión. Cualquiera que esté familiarizado con la planificación estratégica (por ejemplo, el excelente departamento de estudios de la OTAN) sabe que nunca se habla de “predicciones”, sino de escenarios. Posibles, no probables. Y cuando un escenario se presenta al público (manteniendo algunas partes en secreto) con tonos apocalípticos y una fecha precisa, ya no es análisis: es manipulación. Se está llevando a cabo una operación en el plano de la guerra cognitiva. Técnicamente, esta operación se denomina "Desclasificación estratégica" y sirve para mantener el nivel de consenso hacia determinadas políticas —como el rearme (con el cual, por cierto, estoy totalmente de acuerdo)— mediante el control de la percepción, en este caso de una amenaza inminente.

La cuestión es: ¿quién hace planificación estratégica en Europa? Según mi conocimiento, los únicos países que la realizan en el continente son Reino Unido y Francia. Italia, ciertamente no. Últimamente, Francia atraviesa un momento de dificultad y la iniciativa está totalmente en manos británicas, lo que significa vislumbrar la larga sombra estadounidense.

Este mecanismo de control de la percepción no solo influye en los ciudadanos, sino —lamentablemente (y no debería)— en los gobiernos, las instituciones comunitarias y, por desgracia, en los órganos políticos de la OTAN (con cierto riesgo de escalada).

En resumen, Reino Unido, que salió de la Unión Europea, ha regresado por la puerta estratégica: la de la delegación estadounidense. Y hoy lidera, con acento anglosajón, la postura político-militar del continente, con algunas excepciones.

¿Por qué todo esto es relevante? En primer lugar, tomar conciencia de ello nos ayuda a leer la realidad mediática, pero en el plano concreto se traduce en políticas comunitarias y presupuestos orientados todos hacia el este. El Mediterráneo ha desaparecido de la agenda de la Unión, y es precisamente en el Mediterráneo donde reside nuestro interés estratégico prioritario. Al menos para Italia, el Báltico es una distracción estratégica. No quiero hablar en nombre de otras naciones, pero nuestro interés vital está en el sur, no en el norte. En cualquier caso, incluso Alemania se ha opuesto a la excesiva cantidad de recursos que la UE ha destinado a los países del este.

En todo caso, gran protagonismo para estas noticias de guerra, como el post del Presidente de EE.UU. que, al término de su conversación con Zelenski, declara que finalmente ha comprendido: Rusia es un tigre de papel y Ucrania no solo puede recuperar el terreno perdido, sino incluso podría quedarse con algún pedazo de Rusia... gracias al apoyo económico europeo. ¿Cambio de postura? Diría que no. Estados Unidos se mantiene en una zona gris: dentro del conflicto pero formalmente fuera. Mantiene su papel de apoyo en inteligencia (reconocimiento y adquisición de objetivos), pero permanece formalmente fuera de una guerra que considera irrelevante y quizás incluso perdida, hasta el punto de transformarla en una guerra europea delegando a Reino Unido. Esta postura es evidente en el cierre del post, donde se desea "lo mejor para ambas naciones (Rusia y Ucrania)" y un "buena suerte". Pero nadie presta atención a lo que no se ha dicho, y me refiero a las terribles sanciones prometidas. Como confirmación adicional, un silencio mediático absoluto ha caído sobre el reciente Consejo de Seguridad de la ONU, donde la UE y Ucrania presentaron una moción para un alto el fuego inmediato, la restauración de la integridad territorial y el derecho a la independencia de Ucrania. La moción fue rechazada por el veto de China, Rusia y —atención— ¡Estados Unidos! Si existía un eje occidental, ha sido definitivamente roto, y Europa desempeña un papel delegado, tan inútil como peligroso. La guerra estadounidense, como se ha dicho, se ha convertido artificialmente en una guerra europea, y lamentablemente incluso la narrativa rusa se ha adaptado oportunistamente. Con Estados Unidos se puede dialogar; los verdaderos enemigos son los europeos, a quienes se les romperá la columna vertebral moral.

En fin, como decía el gran Flaiano: "La situación es grave, pero no es seria". Pero la gravedad de una guerra en nuestro continente requeriría seriedad y conciencia: en la lectura, en la reacción y en la planificación.