La Media Luna Atómica: La Nueva Proyección Nuclear de Pakistán

La Media Luna Atómica: La Nueva Proyección Nuclear de Pakistán  

Por Paolo Falconio  

Miembro del Consejo Rector de Honor y profesor en la Sociedad de Estudios Internacionales (SEI)

Resumen  

Pakistán, históricamente anclado en una doctrina nuclear de disuasión bilateral con la India, está redefiniendo su postura estratégica en clave extra-regional. La reciente firma del Acuerdo Estratégico de Defensa Mutua (SMDA) con Arabia Saudita representa un paso crucial: Islamabad se propone como garante nuclear para las monarquías del Golfo y, potencialmente, para toda la Umma. En este contexto, la disuasión atómica deja de ser un instrumento defensivo para convertirse en una palanca de proyección geopolítica.

La transición pakistaní de una lógica de contención regional a una postura de tutela estratégica del mundo islámico se evidencia en la firma del SMDA con Arabia Saudita, que introduce una cláusula de defensa mutua asimilable a un “artículo 5” bilateral. Esta postura ya se había manifestado durante “la guerra de los 12 días” entre Irán e Israel, cuando Pakistán advirtió sobre una represalia nuclear si Israel utilizaba armas atómicas.

Muchos comentaristas tienden a minimizar el evento, pero en mi opinión es una señal que merece ser ponderada cuidadosamente, aunque los detalles operativos del acuerdo aún deben ser evaluados.

Pakistán abandona así una dimensión meramente regional, donde su arsenal nuclear tenía esencialmente una función de disuasión frente a la India, también potencia nuclear. Con el acuerdo, Pakistán se proyecta hacia el Golfo y podría convertirse en referente para otras ricas monarquías del área, especialmente ante una política israelí que trasciende el estatus de aliado de EE.UU., como se evidenció en el ataque a Catar. Esta riqueza podría, hipotéticamente, impulsar un programa nuclear ya en rápido crecimiento. En resumen, Pakistán vincula su fuerza nuclear a la seguridad de una monarquía del Golfo que, además de ser uno de los principales socios económicos y financieros de la región, tiene un enorme peso en el mundo islámico sunita. Esto significa que Islamabad se acredita como defensor y garante de la seguridad de la Umma, asumiendo un rol que trasciende sus fronteras nacionales.

Este desplazamiento abre dos dinámicas: por un lado, el embrión de una “Media Luna Atómica” que se extiende desde el subcontinente indio hasta Oriente Medio; por otro, una polarización con Israel, que se ve amenazado por un actor nuclear islámico capaz de proyectar poder más allá de su área de origen.

En definitiva, Pakistán se inserta en dinámicas extra-regionales y se erige como única potencia nuclear en el mundo islámico capaz de ejercer una disuasión real en defensa de ese mundo. Una postura que podría no limitarse a los países del Golfo. Si observamos un atlas, se nota un semicírculo de naciones musulmanas alrededor de Pakistán donde este podría proyectar dicha disuasión en el futuro. Obviamente, el embrión de una “Media Luna Atómica” es una operación compleja, sujeta a muchos límites y fragilidades: la inestabilidad de Pakistán, las divisiones internas del mundo islámico, la dependencia de China, el área de influencia rusa en las repúblicas centroasiáticas, y finalmente la presencia militar estadounidense en la región. Esta proyección requerirá una fuerte voluntad política, y que esta logre una síntesis delicada entre pragmatismo estratégico y ambición identitaria.

Este embrión de “Media Luna Atómica”, que hoy es una especulación geopolítica, refleja no solo un mundo internodal donde también las potencias medias buscan espacio, sino también una tendencia global identitaria donde la pertenencia religiosa adquiere cada vez más relevancia. El fenómeno no es exclusivo del mundo sunita o islámico en general, sino que también está presente en otros lugares con distintas intensidades: en la India, donde la acción de Modi intenta imponer una visión de la Nación basada en el hinduismo; en Rusia, donde el Patriarcado de Moscú se identifica con la estructura estatal y la Madre Rusia; en Israel, donde se afirma cada vez más una dimensión bíblico-identitaria del Estado. En menor medida, el fenómeno también está presente en EE.UU.

Pakistán posee (datos de marzo de 2022) un arsenal nuclear estimado en unas 170 ojivas. Según la ACA (Arms Control Association), es el arsenal nuclear de más rápido crecimiento en el mundo, lo que ha provocado sanciones estadounidenses. Además, se cree que Pakistán continúa exportando armas y tecnologías nucleares activamente. En detalle, según la ACA, el arsenal nuclear pakistaní incluye:

- Misiles balísticos de corto alcance (hasta 1.000 km): Hatf-1, Abdali (Hatf-2), Ghaznavi (Hatf-3), Shaheen-1 (Hatf-4), Shaheen-1° (Hatf-4), Nasr (Hatf-9).

- Misiles balísticos de medio alcance (1.000-3.000 km): Shaheen-2 (Hatf-6), Shaheen-3 (Hatf-10), Ghauri-1 (Hatf-5), Ghauri-2 (Hatf-5°), Ababeel.

- Misiles balísticos intercontinentales (ICBM): en desarrollo, especialmente el Taimur con un alcance de 7.000 km.

- Misiles de crucero: Babur (Hatf-7), Babur-2, Babur-3, Ra’ad (Hatf-8), Ra’ad-2.

- Bombarderos estratégicos: F-16°/B estadounidenses y Mirage 2000 franceses modificados (según ACA, aunque el dato es controvertido).

Algunos sistemas están diseñados para portar ojivas múltiples con capacidad de variar trayectoria en fase de reentrada (MIRV). Finalmente, algunas fuentes (IRIAD - Archivo Desarme) sostienen que Pakistán dispone de tres submarinos capaces de transportar armas nucleares, aunque no se conoce el número de ojivas por unidad ni si ofrecen una capacidad real de segundo ataque. La distancia Islamabad–Jerusalén (3.600 km) ya está dentro del alcance operativo de algunos vectores existentes.

La tradicional inestabilidad política del país, junto con la presencia de grupos extremistas, constituye una fuente adicional de preocupación respecto a sus activos nucleares.

La doctrina nuclear pakistaní es una doctrina de ambigüedad y escalada:

- Incluye el uso potencial de armas nucleares tácticas en respuesta a amenazas convencionales o políticas.

- Se basa en una estrategia de disuasión flexible, que cubre niveles estratégicos, operativos y tácticos.

Si a esto se suma la cercanía de China e Irán, que poseen tecnología avanzada de vectores misilísticos, el panorama no es nada tranquilizador. Irán mismo podría modificar su estrategia ante el paraguas nuclear pakistaní, o bien virar hacia el arma atómica en una óptica imperial como Nación líder del mundo chiita.

Volviendo al enfrentamiento con Israel, aunque el uso de armas atómicas contra el Estado hebreo sigue siendo una hipótesis residual debido a las distancias y las consecuencias que tendría, especialmente del lado estadounidense, y también por las capacidades de segundo ataque israelíes, hay que recordar que Israel es definido por los estadounidenses como “One bomb state”, en el sentido de que un solo impacto nuclear sería devastador debido a sus dimensiones reducidas.

En una región que no logra encontrar estabilidad, la nueva postura pakistaní es todo menos despreciable. Desde el punto de vista israelí, el problema no es solo la distancia o la capacidad técnica de los misiles pakistaníes: el verdadero nudo geopolítico es la mutación de la disuasión, que ya no está circunscrita a un conflicto bilateral, sino que asume un carácter ideológico e identitario (la defensa de la Umma). Israel corre el riesgo de convertirse en el blanco simbólico de un poder nuclear que se legitima precisamente en la confrontación con él.

Además, el riesgo de un “entanglement atómico” que podría propagarse más allá del escenario de Oriente Medio es concreto.

En síntesis, la nueva postura pakistaní marca un cambio de época: el arma nuclear ya no se ve como instrumento de equilibrio con la India, sino como palanca de poder islámico global. Esta es la verdadera fractura geopolítica: la entrada de Pakistán en una dimensión que lo transforma de potencia regional a actor potencialmente pivotal en la seguridad del mundo islámico.

Paolo Falconio  

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