La diplomacia de la Pausa
La diplomacia de la Pausa
La Cumbre Xi Jinping - Trump
Por Paolo Falconio
Member of the Honorary Governing Council and lecturer at the Society of International Studies (SEI)
Me gustó mucho esta definición dada por Gilles Touboul en uno de sus análisis sobre la cumbre. Ahora bien, no me hago intérprete de su análisis, que invito a leer, pero me apropio de esta definición porque creo que resume perfectamente la postura de EE.UU. en la cumbre sino-estadounidense.
De las formas a la sustancia emerge una fragilidad en la posición estadounidense. Una postura de realismo político cuya matriz, a mi parecer, puede rastrearse en dos consideraciones. La primera, interna, orientada a no perjudicar aún más la economía de EE.UU., algo que una guerra comercial con China habría provocado, sobre todo en términos de reacción del mercado, pero también —y sobre todo— por las actuales vulnerabilidades industriales estadounidenses que no permiten a EE.UU. pensar hoy en un enfrentamiento directo con el Dragón: desde la logística, como la construcción naval, hasta las materias primas refinadas. Sectores que requerirán tiempo para reequilibrar el statu quo.
Desde el punto de vista internacional, la guerra en Ucrania y una pseudo paz muy frágil en Israel hacen imposible una retirada total estadounidense de estas áreas. Si se suma la posible nueva aventura venezolana (definida como una locura por el alto mando militar que debía comandarla y que optó por jubilarse en señal de protesta), se comprende bien cómo una composición momentánea era el único camino viable.
Desde el punto de vista formal —y para los chinos la forma es sustancia— hemos visto a un Trump verboso, que ha reconocido el estatus de superpotencia a China o al menos la ha tratado como tal, y que, a diferencia de todas las administraciones anteriores, nunca mencionó a Taiwán. Por el contrario, Xi se mantuvo taciturno y muy parco en los elogios.
De ello resulta una China reforzada en su confianza, a pesar de sus problemas internos que aún persisten, tanto que en China el debate estuvo dominado por el nuevo plan quinquenal.
Sin embargo, lo anterior no debe hacer pensar en una paz a largo plazo. La creciente militarización de las aguas en el mar de China meridional, los anunciados componentes submarinos nucleares de las dos Coreas, dan la señal de un desafío pospuesto y de una América que no renuncia al contención. El corolario es la necesidad china de mantener buenas relaciones con Rusia, que además de proporcionar la energía necesaria para la competencia tecnológica, garantiza una situación estable en los mares del norte y la posibilidad de rutas árticas.
En resumen, quien ve en esta cumbre una normalización de las relaciones sino-estadounidenses, no percibe sus implicaciones sistémicas, como la gobernanza tecnológica, que por el momento siguen sin resolverse.
En el trasfondo, Taiwán, tema debatido en EE.UU., pero que si se deja a su suerte, conllevaría el riesgo concreto de una pérdida significativa de influencia en el sistema de alianzas del Indo-Pacífico. En definitiva, una cumbre de naturaleza transitoria y táctica. No se trata de una verdadera distensión, sino de una suspensión estratégica, útil para ambos contendientes.
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